Nos conocimos en la plaza un verano y
empezamos a vernos cada tarde. Enseguida nos hicimos los mejores
compañeros de juego: reíamos, corríamos, nos hamacábamos y
girábamos contentos en la calesita. Cada vez íbamos más rápido, nos
reíamos nerviosos con ese vértigo lindo en la panza pero una tarde
pusiste una cara rara y yo me di cuenta pero no dijiste nada y me
olvide pronto y seguimos girando y tu mueca ahí estaba pero no
bajabas y la calesita más rápido hasta que saliste volando y caíste
al suelo y te salió sangre de la nariz. Nada grave, pero lloraste y
todos nos impresionamos de la sangre y no había adultos que
socorrieran y entonces intente limpiarte con la manga pero te enojaste, me empujaste y te fuiste. No volviste. Te esperamos, dimos un par de
vueltas pero no era lo mismo y se fue el verano y llegó el invierno
y ya no jugamos en la plaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario