sábado, 4 de octubre de 2014

Meduseando


El primer aliento de la mañana me lleva a tu nuca,
al deseo de tu cuerpo caliente acobijándome;
tus notas empiezan a ocupar implacables mis colores;
empiezo a ahogarme en tus silencios, a vivir en tus verbos.

Me veo como desde fuera,
derramarme, desarmarme, desnudarme, darme.
No puedo oponer resistencia;
no quiero resistir, sería como correr al verano.
Y me asusto pero me entrego, entonces respiro más y más fuerte para que el miedo se vaya y poder seguir ahí, mirándote a los ojos mientras me saco lento cada una de mis carcasas, e intento no profanar el silencio con alguna de mis máscaras tontas -pero lo hago-, y no puedo moverme -pero improviso-; y si, ya se que no, que me tengo que ir -te doy un beso-, que vos no podes, que no queres -otro beso-, que yo tampoco, que amar es liberar y dejar ser y que todo eso es raro -muchos besos-, si, todo eso que desde la cabeza entiendo y después me sale mal y entonces desprecio amores y recelo calores, y vos tan ipad y yo tan pasacasett y todo tan difícil (pero tan simple), y yo que me confundo y no quiero fundirme, que aunque tan cerca tan lejos y todo lo demás. Y entonces respiro hondo y te miro y calor tibio; y entonces respiro hondo, me sacudo, te miro otra vez y ya te estas yendo y yo también, y querer volver es tan estúpido como explicar el olor de la mañana o luchar contra la gravedad y entonces sólo devengo, y aúllo pero contenta mientras nos alejamos para empezar a volver.

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